Para qué vinimos acá si no es
para estar tan lejos, aunque tan cerca dirán los malos poetas y nosotros nos
quedaremos sepultados en una risa sabiendo que el llanto que provoque no será
ni más ni menos que para acompañar nuestra desgracia (una desgracia que en
realidad no es nuestra si no tan sólo mía). Y para qué preguntarán todos al
pasar, y no podremos contestarles, no saldrá de nuestras bocas ni una sola
palabra, no habrá contestación y el silencio será sarcasmo y algún que otro
chiste y seremos una sola risa, aunque tomar las llaves del auto y escapar, nos
quedaremos allí sentados, mate de por medio, preguntándonos con la mirada ese
para-qué. Allí estaremos horas, de seguro, nos aburriremos del techo, las
paredes, de las canciones de fondo; nos hundiremos en un presagio ya cooptado por
algún oído y nos quedaremos allí estancados pero sin llegar nunca al fondo. Caeremos
y resucitaremos, nos anclaremos en el sillón y tomaremos una pipa y cual
Sherlock Holmes comenzaremos a preguntarnos, a sacarnos las dudas, a despojarnos
de rencores; cavilaremos con cuidado sobre cada una de las palabras dichas y
reanudaremos la búsqueda en cada silencio. Cada determinado tiempo (ya pactado
previamente) nos tomaremos descansos, de uno y del otro, y sobreviviremos solos,
separados por una pared y una puerta, y así el cuestionamiento nos anulará a
nosotros, y volveremos a mirarnos para saber que estamos vivos, pero sin una
respuesta si no más preguntas sobre la vida y la existencia, y si es posible,
etc etc. Comenzaremos nuevamente en cada momento que demos por terminado el
asunto, porque no quedará en nosotros parte del cuerpo que decida estar en ese
lugar sin respuesta alguna. Y ante tantos fragmentos y palabras cruzadas,
volveremos nuevamente a nuestros ojos y comprenderemos que no hay equivalente a
lo que queremos saber, y por lo tanto no hay punto final si no todo un nuevo
comienzo que se pinta de amanecer y un nuevo día y así hasta que los dedos se hastíen
de nosotros y queramos amanecer cada uno en su cama, verdaderamente lejos, más
lejos de lo que hoy estamos aunque en el banco de la plaza nuestros nombres estén
escritos tan cerca que parecen dos piedritas unidas en el fondo del río. O por
lo menos eso es lo que dicen, y yo quiero creer, aunque sea para entretenerme
un poco y salir de la rutina y el conglomerado de cuestionamientos que sé que
me esperan al abrir los ojos y saber que no estas ahí y que a vos el para qué
no te motiva ni un poco porque da igual a cero y acá todo está bien y yo te
creo. Tan sólo podrías, o no deja, no te preocupes por que para qué (y te vas a
quedar en silencio y vamos a reír, porque claro, otra cosa no nos sale mejor).
No hay comentarios:
Publicar un comentario