25 de febrero de 2013

I am the Waterloo



Me he dejado llevar,
basurear, acarrear, conmover.
He dejado que las aguas vengan y  purifiquen mi ausencia.
He fallado, negado,
disuelto, y luego, he aceptado.
Fui sustituida. Fui cómplice,
asesina, autora intelectual y escoria. 
He sido demasiado, y siempre tan poco.
He recitado plegarias, leído manuscritos,
he soñado y despertado desnuda, más de una vez.
He contraído fiebre y desvelos,
he leído epitafios con mi nombre,
he desistido al encuentro de algo tras la puerta del placard.
Me marchité más de un invierno.
Carezco de ímpetu, y en cambio, me encuentro sobrante de torpezas.
He trastabillado con mi suerte, 
y dejado que el azar no sea más que penuria.
He muerto y nacido en el mismo momento 
en que el amanecer se pintaba de gris;
y ante el canto somnoliento que en los ángeles brotaba,
he renunciado a los años sobrantes.
Y así me he desecho, antes que los cristales rocen mi piel.
Me he perdido y vuelto encontrar,
en los mismos bares, las mismas plazas,
rodeada de las mismas soledades, o tal vez nuevas.
He dejado que la corriente fluya, lejos de mí
como si mirarla desde la orilla ya no sea la muerte misma,
la vida sin un fin.




(Miro la vida desde un agujero, 
parecido al hueco de un pantalón.
Rodilla izquierda, para ser exacta).


No hay comentarios:

Publicar un comentario