7 de abril de 2013

Hay algo que decir


No encuentro otra forma.

Se acabaron las circunferencias, las diagonales.
Los silencios dejaron de existir hace rato,
y las canciones y frases se volvieron invisibles,
tan indiferentes a nosotros, que ni nos rozan.

Se extinguieron algunas oraciones.
Hay párrafos que parecen mordidos por un ratón,
y esos espacios pasan desapercibidos,
ni siquiera el vacío alcanza a rellenarlos por lo menos un poco.

La música se apagó.
Suavemente se fueron destartalando los casettes,
y sin buscar algún tipo de artefacto moderno,
nos sumamos a las masas silenciosas que se ven desde el balcón.

Desertamos los encuentros.
Sin quererlo, nos sumergimos en palabras que no convocan,
en preguntas aisladas, ajenas, alienadas,
peregrinas de algún sueño ya olvidado.

Obligamos a que la suerte nos aceche.
El azar, tan cuestionado por excelencia,
se convirtió en nuestro mediador,
menester de todo lo que nos atañe.

Y lo dejamos así sin recelos.
Sin oposición, sin esfuerzo,
sin el más mínimo de los intentos por buscar algo distinto,
y ahora somos víctimas predilectas de ociosos desvelos.

Hay algo que decir, y está la forma.
Ambigua, casi absurda,
que busca escabullirse por todos los rincones,
pero a pesar de todo esto, sin quererlo nos interpela y nos vomita.

Existe la forma. Y es ésta. 

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