Soy consciente de que lo único que dije en todo el día es
“estoy harta”. Que me harté de esto, de aquello, de lo que tengo que hacer y no
hice o no hago, de que lo que queda por hacer después de eso y encima no lo
hice (por ende más motivo para hartarse de lo primero) y después lo que queda,
que es esto, y estoy harta, aunque de seguro si las cosas fueran
diferentes también me hartaría. Y ahora recuerdo la historia de una persona que
en su vida había sentido el hastío de haberse cansado de algo.
Pongámosle que
se llama Mariana, como se podría llamar Eugenia y ser un pájaro o un
ornitorrinco, pero no, ésta es la historia de Mariana que es un humano y vive
en algún lugar que no es ciudad o sí (eso que dependa de cada uno) y tiene un
hermano o dos o ninguno y los padres están ahí en su pieza o no están (o no
existen o están en otra parte. Ej: trabajando). Me remito a los hechos: Mariana
que vive en algún lugar y está sola u acompaña (de edad incierta y rasgos de la
misma característica) en su vida sintió que se había hartado de algo. Tal vez
su vida no era lo suficientemente larga para sentir un determinado cansancio X,
pero tampoco era demasiado corta ya que tenía sobre sí un par de años que yo no
podría establecer pero que existieron, entonces ella vivía sin haberse cansado
alguna vez de algo, ni de sus relaciones, ni de sus mascotas, ni de lo que se
veía por su ventana o sus libros, nunca se había cansado y ella (se podría
decir que) era feliz. Entonces, un día pasó algo que la descolocó, en realidad
voy a ser sincera, no sé que le pasó pero algo paso porque a partir de ese día
todo fue distinto y Mariana comenzó a sentirse agotada. Ya no le llamaba la
atención lo que siempre le llamaba la atención, si no que ahora lxs miraba con
mezcla de indiferencia y bronca de que estén y no haya algo nuevo, y al mismo
tiempo (a eso me lo dijo no sé quien) se notaba en su rostro tristeza. A todo
este tema, sinceramente, no sé cómo lo resolvió pero ella supo decir en ese
momento que estaba harta y doy fe de eso porque recuerdo que me lo contaron, y
lo dijo bien fuerte, tan fuerte que en ese lugar en donde estaba se escuchó
mucho y sus hermanos o padres o los que estaban la vieron llorar varias veces.
En fin, a esta historia la recordé como alguien recuerda algo que alguna vez lo
habrá pensado o la inventé como alguien inventa algo nuevo para divertirse y
salirse del hastío que implica lo de siempre y para siempre, y al entretejer
esta historia quiero sacar de ella lo que la gente común saca de un libro, un
aprendizaje que aprehende hasta la muerte (o hasta el otro día tal vez si lo harta).
Yo no sé que sacar porque tal vez me harté de esto al escribirlo o porque me
harté de robarle ideas a los libros o me harté de estar viva en este lugar y en
esta ciudad, pero cuando lo pienso, mi “estoy harta” no resuelve nada cuando
hay tantas cosas de qué hartarse y no entran en esta pequeñísima queja
(pequeñísima porque podría ser parte de un hartazgo colectivo y no esta sed de
individualismo que corroe mi hartismo) y siento que no estoy harta porque en
su concepto tengo un espacio para seguir pensando en qué más me puedo hartar, y
es un espacio tan grande que no lo pienso por miedo de hartarme y es un círculo
que no sé donde termina y donde empieza pero sé que es vicioso (porque me
gustan los vicios y no me hartan) entonces dejo de pensar y de escribir porque
claramente me acordé de Mariana (que puede que sea yo o vos) y sus ganas de
cambiar sus hartiazgos y entonces yo quiero hacer lo mismo y des-hartarme de
todo, aunque ahora siento nuevamente cansancio ya que me harté de escribir todo
esto que no tiene sentido y por eso lo termino, agotada por las quejas de las
letras que claramente ya se hartaron de mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario