10 de diciembre de 2012

El harte de hartarse perhaps


Soy consciente de que lo único que dije en todo el día es “estoy harta”. Que me harté de esto, de aquello, de lo que tengo que hacer y no hice o no hago, de que lo que queda por hacer después de eso y encima no lo hice (por ende más motivo para hartarse de lo primero) y después lo que queda, que es esto, y estoy harta, aunque de seguro si las cosas fueran diferentes también me hartaría. Y ahora recuerdo la historia de una persona que en su vida había sentido el hastío de haberse cansado de algo.

 Pongámosle que se llama Mariana, como se podría llamar Eugenia y ser un pájaro o un ornitorrinco, pero no, ésta es la historia de Mariana que es un humano y vive en algún lugar que no es ciudad o sí (eso que dependa de cada uno) y tiene un hermano o dos o ninguno y los padres están ahí en su pieza o no están (o no existen o están en otra parte. Ej: trabajando). Me remito a los hechos: Mariana que vive en algún lugar y está sola u acompaña (de edad incierta y rasgos de la misma característica) en su vida sintió que se había hartado de algo. Tal vez su vida no era lo suficientemente larga para sentir un determinado cansancio X, pero tampoco era demasiado corta ya que tenía sobre sí un par de años que yo no podría establecer pero que existieron, entonces ella vivía sin haberse cansado alguna vez de algo, ni de sus relaciones, ni de sus mascotas, ni de lo que se veía por su ventana o sus libros, nunca se había cansado y ella (se podría decir que) era feliz. Entonces, un día pasó algo que la descolocó, en realidad voy a ser sincera, no sé que le pasó pero algo paso porque a partir de ese día todo fue distinto y Mariana comenzó a sentirse agotada. Ya no le llamaba la atención lo que siempre le llamaba la atención, si no que ahora lxs miraba con mezcla de indiferencia y bronca de que estén y no haya algo nuevo, y al mismo tiempo (a eso me lo dijo no sé quien) se notaba en su rostro tristeza. A todo este tema, sinceramente, no sé cómo lo resolvió pero ella supo decir en ese momento que estaba harta y doy fe de eso porque recuerdo que me lo contaron, y lo dijo bien fuerte, tan fuerte que en ese lugar en donde estaba se escuchó mucho y sus hermanos o padres o los que estaban la vieron llorar varias veces. 
En fin, a esta historia la recordé como alguien recuerda algo que alguna vez lo habrá pensado o la inventé como alguien inventa algo nuevo para divertirse y salirse del hastío que implica lo de siempre y para siempre, y al entretejer esta historia quiero sacar de ella lo que la gente común saca de un libro, un aprendizaje que aprehende hasta la muerte (o hasta el otro día tal vez si lo harta). Yo no sé que sacar porque tal vez me harté de esto al escribirlo o porque me harté de robarle ideas a los libros o me harté de estar viva en este lugar y en esta ciudad, pero cuando lo pienso, mi “estoy harta” no resuelve nada cuando hay tantas cosas de qué hartarse y no entran en esta pequeñísima queja (pequeñísima porque podría ser parte de un hartazgo colectivo y no esta sed de individualismo que corroe mi hartismo) y siento que no estoy harta porque en su concepto tengo un espacio para seguir pensando en qué más me puedo hartar, y es un espacio tan grande que no lo pienso por miedo de hartarme y es un círculo que no sé donde termina y donde empieza pero sé que es vicioso (porque me gustan los vicios y no me hartan) entonces dejo de pensar y de escribir porque claramente me acordé de Mariana (que puede que sea yo o vos) y sus ganas de cambiar sus hartiazgos y entonces yo quiero hacer lo mismo y des-hartarme de todo, aunque ahora siento nuevamente cansancio ya que me harté de escribir todo esto que no tiene sentido y por eso lo termino, agotada por las quejas de las letras que claramente ya se hartaron de mí. 

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