29 de noviembre de 2012

V


Mi noche está tan llena de soledades
que mis pies rozan la alfombra
y las escucho quejarse a lo lejos.
Como si no se conformaran con el silencio promiscuo
y el frío que corrompe las cortinas.
Les prendería fuego, si mi disciplina me lo permitiera,
o por lo menos las olvidaría por un rato
si el mismo olvido me lo recordara,
o les daría la libertad de irse volando
si no fuese
porque ya me acostumbré a todo esto
a las quejas, al silencio, al frío
a la certeza de que la distancia no es cuestión de tiempo.

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