12 de noviembre de 2012

Pasado mañana


Me llueven las palabras
ahí donde el hueco que dejaste en el sillón
se hace cada vez más grande.
Son moneda corriente en mi bolsillo
las tristezas acumuladas,
y entre mis dedos se resbalan las horas copiadas al reloj de la pared.
Si súbitamente
me dejo caer
ante tanto libro que llora sus pétalos
y desplomarme en los mates amargos
y poner la cabeza a la altura de una hoja de papel
y sonreírle al espejo - aunque sea sin la esperanza de encontrar una sonrisa de vuelta -
tal vez
me encuentre con una pirámide de casos en la alacena
que sólo me pueden arrastrar hasta la cama
pero tal vez eso
(el ocaso, el quiebre necesario, el bisturí en el medio del pecho)
no sea otra cosa que una salida:
la última lágrima
como quien pide la cuenta al mozo
en el café de la esquina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario