20 de noviembre de 2012

Bio análisis


Será que todavía no sé para qué carajo estamos acá, que me la paso pensando, y ando con el miedo constante de que en cualquier momento alguien me haga llegar un escupitajo en el medio de la frente. No sé ni cómo ni quién lo haría, pero estoy segura de que tendría sus motivos. Y éstos, descansarían tanto en mí como en esa otra persona, la mezcla de interioridades que se parecen más a un conventillo que a algo relacionado al  positivismo freudiano, pero que al fin y al cabo guardan algunas coincidencias con esto, ya que los motivos de seguro estarán repartidos a lo largo del inconsciente, en una nebulosa que todavía no pasó por nuestros ojos. Es así como, siguiendo una teoría hasta el momento casi desconocida, para los estudiosos como yo los mocos se convierten en rencor, las lagañas en deseos frutados y la baba que se cae al dormir es una de las tantas formas de querer liberar lo que se siente y/o piensa (entre demás acciones que quedan por analizar). El cuerpo es sabio, me dijeron alguna vez, y yo me digo a mí misma que más que sabio es medio hijo de pú, ya que tantas cosas se pueden esconder acá y vos no ni te das cuenta, algo así. Como cuando hay una lata en la alacena que vos no la ves y está ahí, y para vos no está, entonces en vez de comer lo que habías pensado, terminás comiendo arroz solo (porque de seguro tampoco había galletitas o pan) ya que  la latita de atún no la viste, y al otro día la culpas de todos tus males y de haber comido algo desabrido y etcétera, etcétera, lo que te hace desear aún más comer el arroz con el atuncito pero no te animás a decirlo, ajá claro, y te vas a lavar los dientes, y entre el cepillo y la pasta dental que pica más y más, y no es en vano, claro que no, las papilas gustativas saben y el cuerpo aún más. Entonces, lo que yo digo es así: si habrías encontrado la latita de atún cuando estaba a medio hacer el arroz, y en su efecto la habrías abierto y sacado el agüita y ponerla con el arroz cuando esté listo y lo habrías comido, pues claro, al otro día no tendrías motivos porque quejarte por lo cual la pasta de dientes no te resultaría tan fuerte, y de seguro te habrías despertado sin rastros de baba en la mejilla izquierda y con una uña del pie menos larga que la del otro. Yo acepto que son pocas las personas que se percatan de este tipo de cosas. No tan sólo hay que tener buena memoria, analizarse de manera autónoma en todo tiempo libre, si no también hay que tener paciencia, ya que no es fácil y menos inmediato, el determinar porqué hoy la baba está más espesa o le diste menos importancia a tu dedo meñique en relación a otros días, etcétera, entre otros tópicos naturales que hoy por hoy no tienen respuesta.
Es por eso que plantee lo del escupitajo desde un comienzo y la importancia del auto-análisis, ya que como consecuencia de ignorarlo, uno nunca sabrá porqué una mano le pesa más que la otra al levantarse o cuando el cabello se le enredará un poco más, o porque dejará que el jabón se caiga en la ducha más de una vez, lo que implica que no sabrá leer los indicios que su cuerpo le arroja, que le salen por los poros literalmente (aunque no hablé en ningún momento de transpiración, hay un análisis sobre ello), entonces de esta manera, siento que estoy amenazada constantemente, por el hecho de que las personas no saben leer sus propios labios. El cuerpo es sabio e hijo de pú, pero la mente también es media boba, me permito resumir. Por lo que: además de estar escondiéndome de mí misma  (tarea homeostática que realizan los cuerpos diariamente), en este momento me encuentro escondiéndome de los demás, como para variar (y con esto me permito volver al tema del escupitajo por última vez), ya que no querría leer en carne propia lo que puede llegar a decir la saliva de un otro sobre mí. Al menos que...

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